sexta-feira, 23 de março de 2012

A LA POESÍA!...paseo por el Betis!!! TULA, GRACIAS...y al árbol de Guernica!!!




Nació en la antigua Santa María de Puerto Príncipe, entonces colonia española, hoy Camagüey, Cuba el 23 de marzo de 1814. Sus antepasados provenían de las Islas Canarias. Pasó su niñez en su ciudad natal y residió en Cuba hasta 1836. En este año parte con su familia hacia España.

En este viaje compuso una de sus más conocidos versos, «Al partir». Antes de llegar a España recorrió con su familia algunas ciudades del sur de Francia especialmente Burdeos donde vivieron por algún tiempo. Finalmente en España se establecieron en La Coruña. De La Coruña pasó a Sevilla y publicó versos en varios periódicos bajo el seudónimo de La Peregrina que le granjearon una gran reputación. Es en esta ciudad donde en 1839 conoce al que será el gran amor de su vida Ignacio de Cepeda y Alcalde joven estudiante de Leyes con el que vive una atormentada relación amorosa, nunca correspondida de la manera apasionada que ella le exige, pero que le dejará indeleble huella. Para él escribió una autobiografía y gran cantidad de cartas que publicadas a la muerte de su destinatario muestran los sentimientos más íntimos de la escritora.

¡Oh, tú del alto cielo
Precioso don al hombre concedido!
¡Tú de mis penas íntimo consuelo.
De mis placeres manantial querido!
¡Alma del orbe, ardiente poesía,
Dicta el acento de la lira mía!

Díctalo, sí, que enciende
Tu amor mi seno, y sin cesar ansio
La poderosa voz -que espacios hiende-
Para aclamar tu excelso poderío;
Y en la naturaleza augusta y bella
Buscar, seguir y señalar tu huella.

Mil veces desgraciado
Quien -al fulgor de tu hermosura ciego-
En su alma inerte y corazón helado
No abriga un rayo de tu dulce fuego;
¡Que es el mundo sin ti, templo vacío,
Cielo sin claridad, cadáver frío!

Mas yo doquier te miro;
Doquier el alma, estremecida, siente
Tu influjo inspirador. El grave giro
De la pálida luna, el refulgente
Curso del sol, la tarde, la alborada...
Todo me habla de ti con voz callada.

En cuanto ama y admira
Te halla mi mente. Si huracán violento
Zumba, y levanta el mar, bramando de ira;
Si con rumor responde soñoliento
Plácido arroyo al aura que suspira...
Tú alargas para mí cada sonido
Y me explicas su místico sentido.

Al férvido verano,
A la apacible y dulce primavera.
Al grave otoño y al invierno cano,
Embellece tu mano lisonjera;
Que alcanzan, si los pintan tus colores,
Calor el hielo, eternidad las flores.

¿Qué a tu dominio inmenso
No sujetó el Señor? En cuanto existe
Hallar tu ley y tus misterios pienso;
El universo tu ropaje viste,
Y en su conjunto armónico demuestra
Que tú guiaste la hacedora diestra.

¡Hablas! ¡Todo renace!
Tu creadora voz los yermos puebla;
Espacios no hay que tu poder enlace;
Y rasgando del tiempo la tiniebla,
De lo pasado al descubrir ruinas,
Con tu mágica luz las iluminas.

Por tu acento apremiados,
Levántanse del fondo del olvido,
Ante tu tribunal, siglos pasados;
Y el fallo que pronuncias -transmitido
Por una y otra edad en rasgos de oro-
Eterniza su gloria o su desdoro.

Tu genio independiente
Rompe las sombras del error grosero;
La verdad preconiza; de su frente
Vela con flores el rigor severo,
Dándole al pueblo, en bellas creaciones,
De saber y virtud santas lecciones.

Tu espíritu sublime
Ennoblece la lid; tu épica trompa
Brillo eternal en el laurel imprime;
Al triunfo presta inusitada pompa;
Y los ilustres hechos que proclama
Fatiga son del eco de la fama.

Mas si entre gayas flores
A la beldad consagras tus acentos;
Si retratas los tímidos amores;
Si enalteces sus rápidos concentos;
A despecho del tiempo, en tus anales.
Beldad, placer y amor son inmortales.

Así en el mundo suenan
Del amante Petrarca los gemidos;
Los siglos con sus cantos se enajenan.
Y unos tras otros -de su amor movidos-
Van de Valclusa a demandar al aura
El dulce nombre de la dulce Laura.

¡Oh! No orgullosa aspiro
A conquistar el lauro refulgente
Que humilde acato y entusiasta admiro
De tan gran vate en la inspirada
frente. Ni ambicionan mis labios juveniles
El clarín sacro del cantor de Aquiles.

No tan ilustres huellas
Seguir es dado a mi insegura planta...
Mas -abrasada al fuego que destellas-,
¡Oh genio bienhechor!, a tu ara santa
Mi pobre ofrenda estremecida elevo,
Y una sonrisa a demandar me atrevo.

Cuando las frescas galas
De mi lozana juventud se lleve
El veloz tiempo en sus potentes alas,
Y huyan mis dichas como el humo leve.
Serás aún mi sueño lisonjero,
Y veré hermoso tu favor primero.

Dame que pueda entonces
¡Virgen de paz, sublime poesía!
No transmitir en mármoles ni en bronce
Con rasgos tuyos la memoria mía;
Sólo arrullar, cantando mis pesares,
A la sombra feliz de tus altares.


VIVA TRIANA! VIVAN LOS TRIANEROS...LOS DE TRIANA!!!